Seollal (설날): Año Nuevo Lunar

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¡Bienvenidos a este viaje en la nave del tiempo! No, no estamos a bordo del SpaceX pero casi porque… llega Seollal (설날), el Año Nuevo Lunar. Así que, en Corea estamos de fiesta… ¡¡¡Abróchense los cinturones: despegamos!!!

Como os decía, estamos a punto de celebrar año nuevo… y no, no es que aquí sea un mes menos, sino que también nos regimos por el calendario lunar. Vamos, que consideran tanto las fases del Sol como de La Luna.

En realidad ya sabía que esto era así en Asia oriental, pero nunca imaginé es que estaría tan presente, con tanta repercusión y vigencia. El calendario coreano es un calendario lunisolar y sus fechas se calculan a partir del meridiano de Corea. Por tanto Seollal es el primer día del Año Nuevo Lunar, y generalmente corresponde a la segunda luna nueva tras el solsticio de invierno.  

Si se te atraganta lo del calendario lunisolar o crees que es algo muy raro, piensa que el calendario hebreo, el budista, el helénico, el birmano, el tibetano, el hindú, el incaico, el chino, el vietnamita, el calendario mongol, el babilonio y hasta el de Coligny son todos lunisolares, como también lo fue el calendario japonés hasta 1873.

Pero, volvamos a Corea… El Año Nuevo Lunar, es una de las dos festividades más importantes del país junto con Chuseok, el día de la cosecha, que se celebra en otoño. Durante tres días, tooodo el país se moviliza.

Aunque lo cierto es que la publicidad ya anticipa su llegada, pues desde un mes antes todas las tiendas físicas y online comienzan a promocionar los alimentos típicos de Seollal.

Al igual que en muchos otros países, las grandes festividades suelen llevar aparejadas ciertas tradiciones, y Corea no es menos. Obviamente las tradiciones van cambiando con el paso del tiempo, pero el Año Nuevo Lunar solía aprovecharse para visitar a la familia en el pueblo natal y hacer una ofrenda a los ancestros. Eso requiere preparar un menú concreto con una mesa según los cánones y, una vez termina el ritual, la familia se reúne y disfruta las viandas.

Además de regalar comida, vestirse de hanbok (el traje típico coreano), viajar al pueblo natal y hacer el charye, un ritual a los ancestros, toda la familia intercambia saludos y los más pequeños piden a los mayores el sebae con una reverencia. A cambio reciben un pequeño (o no tan pequeño) aguinaldo. Otra costumbre vigente es que el primer día del año, todos comen tteokguk, una sopa de pastel de arroz con una peculiaridad: ese pastel tiene forma de cilindro alargado, que simboliza una larga vida, pero luego se corta en rodajas en forma de monedas, que representan la abundancia. También se entretienen con juegos típicos de mesa como yunnori.

Pero creo que nos hemos remontado demasiado atrás, pues lo cierto es que esa tradición ya estaba cambiando bastante. Primero porque los coreanos cada vez disfrutan más de viajar al extranjero, y aprovechan los escasísimos días feriados para hacer una escapada (eso antes del corona, claro). Pero también porque desde siempre todos esos preparativos han recaído sobre las mujeres, y cada vez más voces reclaman su derecho al descanso.

Y en medio de ese proceso de relajación de costumbres llegó el corona, que no prohíbe al cien por cien – al menos en Corea- pero sí limita bastante reuniones y desplazamientos, desdibujando más aún las tradiciones.

En lo que a los extranjeros-solteros respecta – los casados no cuentan porque suelen seguir la tradición familiar- disfrutar de una ciudad como Seúl medio vacía cuando normalmente está atiborrada de gente, era un absoluto privilegio. Aunque no tengo coche, esos días se podía aparcar fácilmente, ir al cine y tener la sala casi solo para ti, o tomar el metro o el bus sin ir como en una lata de sardinas… ¡es maravilloso!

Bueno era… porque desde que llegó el corona la ciudad anda siempre a medio gas y ya no hay tantas aglomeraciones como antes (debe ser el lado yang de este gran yin que es la pandemia, aunque desde la perspectiva del taoísmo no hay lado mejor ni peor, sino que ambas fuerzas representan un todo en equilibrio). Pero a lo que iba, para mí ese yin-yang de extranjeros-huérfanos/Seúl-vacío se me antojaba todo un regalo… una melodía para los sentidos.

Podía aprovechar para dormir, para descansar y para hacer esas cosas de casa para las que nunca hay tiempo. Para leer, para ver una peli, y hasta para quedar con alguien sin prisas ni agobios… Además, siempre fui muy lunático (aunque no en el sentido literal del adjetivo de la RAE): la expresión correcta sería selenofilia (término que viene del griego, pues ‘Selene‘ significa Luna y ‘philia‘, amor). Indica una atracción más llamativa de lo habitual hacia La Luna. En fin, no quería ponerme muy técnico, pero… ya que hablamos de La Luna… ¿por qué no? Confieso mi absoluta selenofilia 😉

Desde que recuerdo siempre me ha fascinado la Luna y en cuanto tengo ocasión me gusta buscar un lugar donde poder elevar la vista y contemplarla.

Pero algo que no sabía antes de vivir aquí era que los coreanos venerasen tanto a la luna. No en vano, hasta los días de la semana lo reflejan, pues el nombre del domingo es iryoil (sol) y el del lunes woryoil (luna)… aunque no creo esto que tenga nada que ver con el Blue Monday 😉

De hecho, tienen la costumbre de rezar por una buena fortuna ante la primera luna llena del Año Nuevo Lunar, y poseen palabras tan bonitas como yeongwol (esperar a que salga la luna), mangwol (contemplar la luna), dalbogi (ver la luna), mangwore jeolhagi (saludar a la luna), mangur-i (o luna llena), y muchas más…

Esta costumbre se da en toda la península coreana. En la primera luna llena del Año Nuevo Lunar, cuando anochece y la luna está a punto de asomar, la gente acude a alguna colina cercana para darle la bienvenida. Pese al frío invernal, nadie vacila en recorrer todo ese trayecto para saludar al satélite más próximo a La Tierra, y hasta en marcadas ocasiones aprovechan su luz para bailar.

Cuando el crepúsculo empieza a asomar por el este y la luna se deja ver, juntan las manos y rezan para que sus deseos se cumplan. En las sociedades agrícolas, los campesinos pedían una abundante cosecha, los jóvenes solteros hallar una buena pareja para casarse, y las mujeres sin hijos un varón para perpetuar el linaje familiar. La gente se azoraba para llegar primero pues creían que si llegaban antes a la cima para rezar a la luna, la fortuna les acompañaría durante todo el año. Obviamente, ahora las peticiones son otras, pero las prisas… las prisas no han cambiado (jaja).

Como trasfondo de esta tradición hay una historia bien bonita. Para los coreanos, La Luna encarna el principio femenino asociado a la Madre Tierra y es símbolo de fertilidad y abundancia, tanto en la agricultura como para las mujeres. Incluso tienen un rito chamánico llamado dalmaji en honor a la Diosa Luna.

Pero mi pasión por la luna no llega a ese punto… Como podéis ver en la imagen 😉 me conformo con poder contemplar su luz y reflexionar unos instantes mientras contemplo su aura.

Me basta observar su plenitud, capar su vibración y sentir que, en cierto modo… ¡La Luna es mía!

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Banda sonora del post, aquí

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