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Registros que datan de los Tres Reinos, periodo que muchos estudiosos sitúan en torno al año 300 de nuestra era, ya aludían al consumo de té en Corea.
De hecho, Corea tiene algunas zonas donde de cultivo de té, como las sinuosas terrazas de Boseong, que merece la pena visitar por su insondable belleza y su frondoso verdor.

Sin temor a errar podría decirse que, al igual que en muchas otras partes de Asia, esta bebida ha sido desde siempre la infusión más popular a nivel nacional.
Pero “recientemente”, si tomamos los siglos como unidad de medida, otra infusión se coló en el casting y cada vez roba protagonismo al té: hablamos del café.

Se dice que el café llegó a Corea a finales del 1800, durante el reinado de Gojong, aún bajo la dinastía Joseon.
Inicialmente se consideraba una bebida exótica, algo carísimo y solo para las élites. Además, al no estar familiarizados con su sabor amargo, los coreanos lo tomaban en tragos pequeños, casi como si fuera un licor.
Principalmente se servía en los “dabang” o salones de té, es decir, no había cafeterías como tal. Luego llegó la colonización japonesa, y durante varias décadas muchos de esos establecimientos se vieron obligados a cerrar.

Al terminar la Segunda Guerra Mundial las importaciones de café y de azúcar quedaron bloqueadas por la Guerra del Pacífico, pero al estallar la Guerra de Corea, los soldados estadounidenses traían café instantáneo entre sus provisiones, toda una novedad aquí.
Y cuando llegó el Armisticio, aunque las cafeterías no eran la prioridad en la reconstrucción del país, los coreanos ya estaban muy familiarizados con esos sobrecitos de café.
Así, comenzaron a abrir nuevos dabang que entre 1960 y 1980 que servían como punto de encuentro y lugar de ocio, no ya para las élites, sino para la gente común y corriente.

En esa época principalmente se consumía café instantáneo, al que como mucho añadían crema en polvo y azúcar. Pero no fue hasta 1976 cuando surgió la primera marca coreana de café instantáneo, que bajo el nombre comercial de Maxim, obtuvo gran éxito en el país.
De hecho, su popularidad fue tal que, hasta hace poco, era frecuente ver rostros de famosos, atletas y deportistas de élite, entre ellos la patinadora y medallista olímpica Kim Yu Na, como cara de la marca a cambio de patrocinio.

Su producto estrella, un sobrecito 3 en 1 (café instantáneo, crema y azúcar), fue el encargado de llevar el café a todos los rincones del país: hogares, oficinas, lugares de trabajo, supermercados, cafeterías, etc. No en vano, a finales de esa década, un 75% de los coreanos aseguraba consumir ese café en polvo de forma regular.
Al llegar a Corea para mí fue una gran sorpresa ver cómo la gente consumía café (instantáneo) a mansalva, pues mis recuerdos al respecto se ceñían a un bote de Nescafé en casa de mi abuelo o algo similar, y no sería capaz de decir cuál fue la última vez que tomé una taza de café instantáneo.

En tanto, las cafeterías con “café de verdad” empezaron a surgir en los 80 y, a principios de los 90, las franquicias de cafeterías empezaron a expandirse por todo el país.

Por eso, si pensamos en una historia de siglos, el idilio de Corea con el café es joven, pues apenas tiene unos 30 años. Es, por así decirlo, un idilio incipiente.
El catalizador definitivo del café fue la apertura del primer Starbucks en el país en 1999. En algo más de 20 años, dicha marca logró tanta aceptación que Corea se convirtió en el tercer país con más tiendas de esta franquicia del mundo en 2020, sin incluir Estados Unidos, hecho que llevó a Corea del Sur a granjearse el apodo de República Starbucks (a fecha de hoy cuenta con más de 1600 establecimientos).

A partir de ahí el café tuvo un despegue vertiginoso en el país. Por ejemplo, solo en Seúl había unas 800 cafeterías en 2005, que pasaron a más de 12000 en 2011 y a casi 15000 en 2019. Y eso que el café aquí no es nada barato: de hecho medio en broma medio en serio, muchas veces decimos que sale mejor invitar a comer que a café.
Con el exponencial consumo al alza de café entre los coreanos, también llegó la sofisticación tanto de los tipos de café como del paladar de los coreanos. En Corea existe una amplísima variedad de cafeterías para todos los gustos y públicos, incluyendo cafés temáticos con animales de todo tipo, como el famoso café con ovejas de Hongdae, que seguramente habréis visto en algún vídeo.

También tienen gran éxito los estudios para obtener la licencia de barista (aunque ahora ya hay hasta robots que preparan café). El consumo se ha disparado hasta tal punto que las importaciones de café aumentaron un 24% en 2021 respecto al año anterior, registrando un total de 916 millones de dólares.
Aunque en Corea es posible encontrar cafés de todo tipo y procedencia, el formato predominante hasta hace poco – quizá por influencia de Estados Unidos- era el típico café americano en vaso gigante, comparado con España.
Pero recientemente, la llegada del café expreso ha dado otra vuelta de tuerca a la promoción del café, alegrando a todos los que asociamos un café con una tacita y no con una piscina.

Curiosamente, muchos coreanos consideran los cafés cortos como algo exótico, como una novedad recién llegada de Italia, y por tanto algo “cool” o “fancy”. Tanto que se han convertido en nueva tendencia, y ya se dice que están ganando la batalla al americano.
Pero al margen de quien gane, pues intuyo que a la larga convivirán todos, lo que está claro es que en Corea el café ha llegado para quedarse y todos se declaran “kopi lovers”.

Por un lado está el gusto por el café, y que los coreanos tienen cada vez el paladar más hecho. Por otro, hay tremendamente cualificados baristas y miles de cafeterías de diseño exclusivo, que atraen tanto a amantes del buen café como a multitud de instagrammers.
Incluso hay museos del café, como el de Namyangju, y hasta zonas donde se está empezando a plantar café, como la provincia de Gyeongsang, que cuenta con más de 100 granjas de cultivo de grano de café, a las que se suman otras 10 en la isla de Jeju.

Y al paso que va el cambio climático, ¿quién puede asegurar que Corea no tendrá un clima idóneo para producir café a nivel industrial solo en unas décadas?
No sé si veremos ese día o no, pero… la mayoría coincidirá conmigo en que el café tiene algo de embrujo.
Si el café hablara… ¿cuántas historias de amor, de pasión o de vida podría revelar? ¿Cuántas relaciones se habrán forjado al albur de un café? ¿Cuántas confesiones de espíritu? Sin duda ha acompañado miles de millones de secretos de alma…

El café hechiza el paladar, propicia el encuentro, fomenta la conversación y estimula la creatividad.
¿Qué otra bebida despeja la mente y ofrece sempiterna compañía, además de ser cálido refugio en invierno y refrescante estímulo en verano? Y por si esto fuera poco, sus semillas esconden una irrefutable verdad: ¡pocos resisten a la seductora tentación de un buen café!