En mi primera visita a Corea del Sur en 2008, recuerdo que un sábado salí a la calle para ir a cenar pero no pude moverme del sitio. Nunca había visto nada igual. Por delante de mí pasaron casi un millón de personas con velas en la mayor manifestación pacífica que había visto hasta la fecha.

Curiosamente, la historia sincronizó tiempo y lugar para poder ser testigo – ocho años después- de una serie de protestas que llegaron a duplicar ese volumen, para derrocar a una presidenta en activo.
La injerencia de Choi Soon Sil – confidente de la jefa de Estado- en temas gubernamentales derivó en una nueva protesta pacífica multitudinaria, y finalmente en un proceso de destitución presidencial. Si bien la mandataria intentó aclarar las acusaciones mediante varios discursos al pueblo y una purga en la Casa Presidencial, esas medidas no bastaron para calmar el descontento público.

Así, entre noviembre y diciembre de 2016, cada sábado más de un millón de personas, y alguno hasta 2, salieron a las calles con velas para protestar y exigir la destitución de la jefa de Estado.

Finalmente, la Asamblea Nacional aprobó el 9 de diciembre una moción de censura (impeachment) contra Park Geun Hye por 234 votos a favor, de los 300 que componen la cámara. Así, tan solo 56 parlamentarios del entonces partido oficialista Saenuri se opusieron a la moción, aunque hubo 2 abstenciones y 6 votos nulos.

El escándalo Choi Soon Sil salió a la luz por unos rumores sobre posibles irregularidades de Presidencia al crear dos fundaciones, una cultural llamada MIR y otra deportiva llamada KSPORTS.

Más tarde se reveló que la confidente y amiga íntima de la mandataria tuvo acceso a documentos clasificados. Eso enfadó a la ciudadanía y el pueblo salió a la calle urgiendo a desvelar la verdad, pero al no mejorar la situación, comenzaron a exigir la retirada de la presidenta.